sábado, 31 de agosto de 2013

El tamaño del cerebro se asocia al riesgo de anorexia







El tamaño del cerebro podría ser una pista para determinar si un adolescente tiene un mayor o menor riesgo de padecer un trastorno de la alimentación, como la anorexia nerviosa. Según un trabajo de la Universidad de Denver-Colorado (EEUU), los adolescentes con anorexia nerviosa tienen el cerebro más grande que los que no sufren de este trastorno de la alimentación. Este hallazgo, que se publica en Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, sugiere que quizás la biología tenga más que ver con la enfermedad de lo que se pensaba.

En concreto, el equipo de Guido Frank, ha analizado a través de imágenes de resonancia magnética del cerebro a 19 chicas adolescentes con anorexia y a 22 chicas adolescentes sin el trastorno, y ha visto que las adolescentes con anorexia tenían una ínsula -una parte del cerebro que está activa cuando se saborea la comida- de mayor tamaño, y una corteza orbitofrontal (la parte del cerebro que dice cuándo parar de comer) más grande. Según Frank, tener un cerebro más grande puede ser la razón por las que personas con anorexia son capaces de morirse de hambre. Además, resultados similares en niños con anorexia nerviosa y en adultos que se habían recuperado de la enfermedad plantean la posibilidad de que el tamaño de la ínsula y la corteza orbitofrontal del cerebro podrían predisponer a una persona a desarrollar trastornos de la alimentación.


«Aunque a menudo los trastornos de la alimentación se desencadenan por el ambiente, es muy probable que haya mecanismos biológicos que actúan en conjunto para que un individuo desarrolle un trastorno de la alimentación como la anorexia nerviosa», señala Frank.

Percepción errónea
La anorexia hace que las personas pierdan más peso de lo que se considera saludable. Un mayor volumen en la corteza orbitofrontal podría ser un rasgo que haga que esas personas dejen de comer antes de haber comido lo suficiente, sugiere el estudio. Y la ínsula derecha, que integra la percepción corporal, podría contribuir a la sensación de ser gordo a pesar de tener un peso bajo.


La corteza orbitofrontal medial se ha asociado con la señalización cuando nos sentimos saciados por un cierto tipo de alimentos (la llamada «saciedad específica sensorial»). Este estudio sugiere que el mayor volumen de esta área del cerebro podría ser un rasgo de los trastornos de la alimentación que promueve a que estas personas dejen de comer antes que en los individuos sanos sin haber comido lo suficiente. Por otro lado, la ínsula derecha es una región que procesa el sabor, además de ser responsable de la percepción del cuerpo, lo que podría contribuir a la percepción de ser gorda a pesar de no estarlo.


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